Habían pasado ya tres agónicos días
en los que el cielo parecía más gris, las noches más oscuras, la música más
triste y las personas más lejanas. Tras la caída, permanecía rota dentro de un
gran agujero negro y todavía nadie había podido siquiera agarrarle la mano. El
agua repiqueteaba en el cristal. No dejaba de llover desde la fatal disputa
pero ella se sentía más seca y menos viva que nun ca. Miraba impasible por la
ventana, incapaz de moverse. Su madre asomó la cabeza por la puerta de su
antigua habitación.
Ocho cervezas vacías llenaban la
mesa. El camarero depositó dos más, recién abiertas, mientras recogía los
botellines ya apurados. Llevaba tres días con la misma dinámica y no sabía
cuantos más podría seguir ocultándose su propia verdad. Palmadas en la espalda,
comentarios grotescos, risas alcoholizadas, planes alocados... él se dejaba
acompañar por amigos y compañeros hasta llegar a un nivel de semiinconsciencia
que le permitía soportar toda aquella mierda. Una mierda llena de vacíos, de
imágenes, de gritos y de almas rotas. Sintió la necesidad de lanzar un aullido,
de señalar su propio territorio, de atraer a su hembra, de ahuyentar sus
miedos. Ya en sueños, gruñó de forma desesperada.
Una pelea de gatos la despertó en
plena noche. Se imaginó a los felinos enzarzados como ellos tres días atrás...
Ya no deseaba más alaridos. Necesitaba ronronear cálida y apaciblemente en su
casa, en su sofá, en su regazo... La pantalla del móvil permanecía oscura. Su
propio orgullo le impedía dar el primer paso. Anhelaba que él lo hiciera aunque
su parte más racional, la del cuento truncado, no depositaba en ello demasiadas
esperanzas. En un arrebato cogió el teléfono y al cabo de unos minutos lo escondió debajo
de la almohada, con una mezcla de vergüenza y esperanza. No sabía si estaba
preparada para afrontar cara a cara la respuesta del aparato.
Se despertó con la lengua hinchada,
la piel reseca y un más que incómodo martilleo en ambas sienes. Se estaba
empezando a acostumbrar a ese malestar. Afuera continuaba lloviendo. Dentro
continuaba todo lo demás. Se arrastró hasta la cocina y se preparó un café
extra largo, bien cargado, como los que ella le solía preparar. Buscó el móvil
con la vista, como quien busca un punto de luz al final de un largo túnel. Lo
recogió del suelo donde lo habría lanzado al llegar, junto con los otros restos
de la noche anterior. Tenía un mensaje por leer.
Continua Con la A de Accidente
Continua Con la A de Accidente
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