sábado, 10 de marzo de 2012

Con la D de Desgarrador



Me despierto sobresaltado. Me cuesta entender lo que pasa. Ha sido un grito
de mujer. Crudo. Intenso. Desgarrador. Aún resuena en mi cabeza. Me acerco a la ventana mientras mi corazón bombea a un ritmo descontrolado. La calle está a oscuras pero distingo un cuerpo yaciente en mitad de la acera. No se mueve. A su lado unos ojos me miran. Sobresalen de la noche y se clavan furiosamente en mí. Me aparto asustado y cierro de golpe la luz de la mesilla. ¿Me habrá visto? ¿Se habrá fijado en mi piso? ¡Pero yo no he podido ver nada! Apenas he divisado unos ojos y no sería capaz de identificar a nadie. Estoy paralizado. Las manos me sudan y trato de buscar a tientas el móvil. No lo encuentro. Hoy la noche es completamente negra. Me agacho y me asomo de nuevo pero solo entreveo ese cuerpo tumbado y en apariencia inerte. Alguien aporrea mi puerta. Se que esos ojos están al otro lado. Los golpes son cada vez más rabiosos. Me arrastro sigilosamente, preso del pánico, hasta la mesa de la cocina. Mis dedos palpan por fin el teléfono. Un tono, dos… la puerta está a punto de ceder. Descuelgan. Quiero explicar, quiero chillar, que alguien me acecha, que no he visto nada, que va a entrar, que me va a matar… ¡que una chica ha muerto en mi calle! No me salen las palabras. Por mucho que lo intento, se han quedado atascadas en la garganta y solo consigo emitir un ruido raro. En un último embate, una figura vestida de negro irrumpe en mi apartamento. Sus ojos coléricos me dicen que no habrá tregua. Desconsoladamente, lloro. Como un niño.

Doy un bote en mi mullido colchón. La habitación está a oscuras. No hay ojos. La luz de las farolas se filtra tímidamente por la persiana. Otra vez el mismo maldito sueño. Desgarrador.