Su larga melena color plata, inusual en una mujer de su edad, lucía
espléndida y repleta de la misma vitalidad que la llenaba por dentro. Le
gustaba llevar el pelo suelto. ¡Los moños eran de vieja! No entendía cómo las
jóvenes de hoy en día se empeñaban en recogerse la melena de mil y una maneras
pudiendo lucir ese rasgo tan femenino. Habían sido tantos años de estricto
ballet, de maillots apretados y cabello estirado, que ahora solo se sentía bien
viviendo en general de manera holgada y libre. Se mesó el cabello deslizando
sus largos y finos dedos. ¡Manos de bruja!, le decía su nieta, entre
carcajadas, cada vez que la veía. Y ella se reía y se hacía la ofendida.
Entonces le explicaba cuentos de brujas buenas donde esas manos fabricaban
pócimas mágicas y la niña la escuchaba embelesada. Eran ciertamente unas manos
huesudas y hasta cierto punto arrugadas, pero le resultaban entrañables y le
recordaban con cariño a su madre y a su abuela, gran pianista esta última;
ellas las habían lucido exactamente igual en aquella época donde las caras eran
caras y no burlas de bisturí. Cogió su taza de café recién hecho y se dispuso a
disfrutar una vez más de su lectura matutina. De repente la niebla bajó espesa desde
las montañas y lo tiñó todo de un gris húmedo.
Se puso su mantón de lana
merina por los hombros y abrió el portalón de madera. Avanzó invisible entre la
niebla, camuflada bajo su cabellera del mismo color. El aire gélido ni siquiera
sonrojó sus mejillas. Se apresuró en recoger unas hierbas y troncos de madera
antes de entrar de nuevo en la casona. Se sentó frente a la chimenea en una
pequeña silla de madera que había pertenecido a su bisabuela y encendió el
fuego. Los troncos comenzaron a gemir y ella colocó el puchero encima,
dispuesta a elaborar un antiguo brebaje que requería de cierta paciencia y
habilidad. María llegaría por la tarde y ella lo quería tener todo dispuesto
para la llegada de su querida nieta. Dedicó una tierna sonrisa a Astrid, su
vieja gata negra que se había enroscado en el sofá. Una vez más quedaría hipnotizada
con el chisporrotear de los troncos. *Esta palabra ha sido sugerida por Patxi. ¡Muchas Gracias!
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